XXVIII
Coloco el barniz
sobre la punta de tu lengua,
hasta los cojones de lamer
-no sé con qué saliva-
mi ego de mierda,
mi yo que se agarra a la luna,
los nubarrones que no son
más que leyendas de barrio.
Y la punta se quiebra,
y apareces tú.
Y apareces tú,
y ya te veo diciéndome adiós,
entre la niebla, el frío,
el calor de otra cama.
Coloco el barniz
sobre la punta de tu lengua,
hasta los cojones de lamer
-no sé con qué saliva-
mi ego de mierda,
mi yo que se agarra a la luna,
los nubarrones que no son
más que leyendas de barrio.
Y la punta se quiebra,
y apareces tú.
Y apareces tú,
y ya te veo diciéndome adiós,
entre la niebla, el frío,
el calor de otra cama.