Ya no se abre,
ni ríe,
ni ante los sueños ni ante nadie,
ya no palpita su fulgor;
ahora aborrece las noches oscuras,
se encabrona pensando
que no volverán,
las lunas de tantos gemidos,
ni las estrellas con su trino,
tu silueta bañada en aquel,
nuestro vino,
y la puta droga que es tu cuerpo
desnudo,
con tantas rozaduras
de las olas en tu piel,
que hasta te hacían parecer sirena,
entre toda esta mierda de palabras.
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