XIV
Las palabritas que juro haber reprimido,
en esta boca,
mi boca de cabrón,
envalentonan las miradas,
anónimas caricias
de alguien con quien dormí,
y que no recuerda nada.
Yo tampoco.
XV
Cuentan las persianas,
o los portones grises de la memoria,
da igual,
de un cielo rajado tantas veces,
acuchillado durante tantas madrugadas,
que tras conciliarse los corazones,
al roncar de las preguntas,
lloró a destiempo sobre sus tumbas,
y tanto le divirtió la lluvia
y los soles rojos de octubre,
que hizo desaparecer sus amaneceres,
sus tardes,
sus noches.
Y ya no hubo motivos
para seguir
viviendo.
Ni siquiera para él.
XVI
Un te quiero
y un adiós.
Las dos horas que esta noche
duermen en la papelera
son
las más maravillosa de todas.
Son las únicas que fueron sinceras.
Pero sólo una se marchitó con el tiempo.
O como quieras llamarlo, coño...
Las palabritas que juro haber reprimido,
en esta boca,
mi boca de cabrón,
envalentonan las miradas,
anónimas caricias
de alguien con quien dormí,
y que no recuerda nada.
Yo tampoco.
XV
Cuentan las persianas,
o los portones grises de la memoria,
da igual,
de un cielo rajado tantas veces,
acuchillado durante tantas madrugadas,
que tras conciliarse los corazones,
al roncar de las preguntas,
lloró a destiempo sobre sus tumbas,
y tanto le divirtió la lluvia
y los soles rojos de octubre,
que hizo desaparecer sus amaneceres,
sus tardes,
sus noches.
Y ya no hubo motivos
para seguir
viviendo.
Ni siquiera para él.
XVI
Un te quiero
y un adiós.
Las dos horas que esta noche
duermen en la papelera
son
las más maravillosa de todas.
Son las únicas que fueron sinceras.
Pero sólo una se marchitó con el tiempo.
O como quieras llamarlo, coño...
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